Hay días en los que uno nota, no sabe como, que es mejor estar alerta. Algo te dice que hoy no va a ser un día más y en el que te vas a ir de una forma muy distinta a la cama de la que te levantaste. Y es verdad.
Lo primero que me viene a la mente es esa frase que nos decían nuestras abuelas: " Tanto reírte vas a acabar llorando". Hoy no puedo negar la razón a mi abuela.
Es una despedida amarga, en la que me llevo una lección. Nala, mi gata, ha muerto, Y siempre he creído que no iba a ser tan duro, que es un simple animal y que es excesivo sentir tanto cariño hacia los animales. Y me encuentro, delante del ordenador, intentando contener las lágrimas para poder continuar escribiendo. En lo que solo encuentro consuelo pensando que no sufrió, que no hubo que dormirle y que la última vez que la ví la disfruté como siempre y más.
Puedo corregir lo de amarga, porque bueno, no es como otras veces que sabía que iba a volver a verla y que cuando tosía pues era una simple tos. Esta vez, cuando llegue a Alcalá no estará en mi habitación esperándome.
Ahora entiendo muchas cosas, ahora entiendo lo duro que es domesticar a un animal. Han sido once años junto a ella. Ríendo, haciendola de rabiar, robándome gomas y buscando como era la mejor manera de en esos ratos de estudio pasar con ella sin que acabara arañándome la mano porque yo me aburría más que ella.
Es duro despedirse, porque te pones a pensar en todo, en que una vez dijiste que si te ibas a vivir solo te la llevabas contigo, las vueltas cuando llegaba en octubre después de pasar el verano fingiendo que no te conocía. Pero a mí lo que me llenaba muchísmo cuando volvía a España era esa cara de incredulidad al verme entrar por la puerta, en el que me reconocía al instante.
Son once años, casi doce, en los que ha sido una compañera de muchos tiempos muertos. Y, aunque esté personificando a un animal, la voy a echar de menos. Siempre me acordaré de esa gata que tenía tanta curisodad que un día se metío en una bolsa de la compra y desde entonces les tenía pánico.
No he podido acariciarla para despedirme ni he podido estar en ese último rato con ella, pero necesitaba este espacio mío y personal para poder dedicarle unas líneas.
Descansa Nalita.
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