miércoles, 27 de abril de 2011

El jardín.

Muchas veces me he planteado que nuestra vida es como un árbol. 
Perdonadme esta expresión infantil, pero comenzamos con una semillita que poco a poco va creciendo gracias a los cuidados que le da la tierra de la que va absorbiendo todo lo imprescindible.
Llega un momento en el que crece, su tronco es finito y frágil. Dices: "cómo eso va a llegar a ser un gran árbol si no puede ni mantenerse recto" pero coges y le pones unos palos que le agarren y le vayan dando su firmeza. Existe un momento de madurez en el que esos palos pueden seguir o quitarse y en los que el árbol tiene que crecer solo y crear sus propias fuerzas. Es preferible que esos palos queden cerca por si acaso hay que volver a ellos.
Las raíces son sólo del árbol y cada una tiene su historia, su pasado, podemos ver en el tronco toda su historia, ¡incluso hasta cómo han sido los inviernos! Pero no nos quedemos en esto, el árbol hay que seguir cuidándolo.
Viene la lluvia, le alimenta, le da fuerza. Viene el aire, le pone a prueba, le hace ver que tiene límites pero que se pueden superar si se pone resistencia. Vienen los animales, que le ayudan en muchas cosas sin que se de cuenta. Y, por último, el jardinero. Me voy a parar en éste último y es el motivo de ésta metáfora. 
Aparece el jardinero, cuyo fin es el de cuidar el árbol, protegerle y que de frutos bonitos. Pero, ¿qué es necesario para dar frutos bonitos? Algo muy doloroso para cualquier árbol, el jardinero tiene que podarlo poco a poco. Y eso duele. Hay que quitar esas ramas malas. Zas una menos. Zas otra. Zas y más zas. El árbol no lo entiende, por qué me crea tanto dolor el jardinero si busca que yo sea bello. 
Pasa el tiempo y las ramas vuelven a crecer poco a poco pero esta vez más sanas, más robustas y con algo distinto. Un fruto, ¡y otro! ¡Y otro más! El jardinero sigue ahí, aunque de vez en cuando siga podando y "dañando" al árbol.
Después de años, esa semillita que pusimos dio un enorme árbol con unos grandes frutos que el embellecen y que hacen que los demás quieran ser como él.
Ahora os preguntaréis: ¿vale, qué quieres decir con eso? Pues lo que quiero decir es que nos encontraremos momentos de sufrimiento pero que no significan que sean en vano si no que si conseguimos superarlos podremos dar unos frutos buenísimos y crear envidia sana en los demás para que sigan ese ejemplo. Y  con un poco de suerte hacer un bello jardín de árboles robustos, sanos y llenos de enormes frutos.